Tres plantas del jardin



Hibiscus rosa-sinensis

Hibiscus, comúnmente hibiscos, llamados cayena en Latinoamérica, forman un amplio género de alrededor de 220 especies de la familia Malvaceae, típicas de ambientes cálidos, en regiones tropicales y subtropicales. Es originario de América y África


Hydrangea macropylla

Hydrangea (nombre común hortensia) es un género que incluye unas 100 especies de plantas de flor nativas del Sur y Este de Asia.


Chrysanthemum

Chrysanthemum, el crisantemo, es un género de alrededor de 30 especies, de fanerógamas perennes en la familia Asteraceae, nativa de Asia

MÉXICO PREHISPÁNICO: ANTECEDENTES DE DISEÑOS EN PERMACULTURA

MÉXICO PREHISPÁNICO: ANTECEDENTES DE DISEÑOS EN PERMACULTURA
RESUMEN
- Los jardines, parques, zoológicos y huertos para el autoconsumo del México prehispánico servían como centros o núcleos de diversidad biológica. El conjunto de estructuras, palacios, parques, chinampas, calzadas y caminos que conectaban a los jardines formaban en su totalidad poblados y corredores revestidos en área verdes. Los asentamientos humanos estaban entremezclados en un singular patrón de diseño para albergar naturaleza bajo una óptica de uso, propósito y funcionalidad social. El diseño destacaba un sistema capaz de dotar a los ciudadanos de agua, alimentos, aire fresco aromático, suelo fértil, plantas medicinales, recursos energéticos, de construcción y ornato; una verdadera obra de ingeniería a gran escala para lograr la soberanía y seguridad de los pueblos. La fundación del diseño de los espacios prehispánicos claramente representa una holística contemporánea entre las facultades y extensiones del ser humano y aquellos de la Madre Tierra. -
  
EL MÉXICO PREHISPÁNICO Y SUS JARDINES
“Cuatro ceibas sostienen al cielo,
sagrados son los ahuehuetes de santuarios y manantiales
pues participan del inframundo al arraigarse en lo hondo de la tierra y del cielo,
a donde extienden sus ramas y fronda. 
Son vías de acceso entre los niveles del mundo
y medio de comunicación con seres del cielo y el inframundo:
oyen, conocen, sienten y guardan lo que a su alrededor sucede”
(Ramírez, 2002).
México era “un Jardín o xochitla poblado de todos árboles fructíferos y de todas maneras de yerbas, donde hay fuentes y ríos de diversas maneras. Está lleno de aves, animales y peces de todo género…” (Sahagún 1577: Prólogo del Libro XI).


4 plantas y un hongo en mi casa de Chiapas


Amanita ocreata
Amanita ocreata

También conocida como "ángel de la muerte" o "destroying angel" es una especie de hongo venenoso perteneciente al género Amanita se asocia con raíces de robles.


Beloperone guttata
Beloperone guttata

La Planta camarón es una planta tropical procedente de México. 
Género compuesto por muchas especies de las que solamente la guttata es la que se cultiva en interior.







Justicia carnea

Justicia carnea 

Es una especie de arbusto perteneciente a la familia de las acantáceas
Es nativa de Sudamérica.




Kohleria eriantha
Kohleria eriantha

Estas plantas son herbácesa perennes, en verano toma una coloración rojo, es de la talla medio y puede alcanzar los 1 m de altura. No mantiene las hojas en invierno.









Oenothera kunthiana


La planta y sus semillas han sido usadas por los indios americanos durante siglos. Usaban la planta como infusión en agua caliente para curar heridas, problemas cutáneos e incluso el asma. 




AGROECOLOGISMO


Filósofo, político y escritor francés nacido en Argelia. 
Uno de los precursores del Agroecologismo

Pierre Rabhi


EXTRACTO DE ENTREVISTA A PIERRE RABHI

Activista ecológico reconocido en todo el mundo por su integridad y clarividencia, Pierre Rabhi nos abre su mirada y sus palabras acerca de las causas de la crisis, sus efectos y las posibles soluciones.


Algunos autores piensan que haber negado el aspecto sagrado de la naturaleza es la raíz de la violación de todas sus leyes, y de la actual crisis medioambiental. ¿Qué piensa usted de ello?

Estoy completamente convencido de que la ruptura con la visión sagrada que tenían los pueblos primitivos, que ha sido la responsable de que la humanidad pasara de una concepción del tipo «yo pertenezco a la naturaleza y a la vida, y soy una de las obras de la vida » a la convicción de que «la vida me pertenece», supuso realmente un cambio radical.  Precisamente entonces,  la visión que teníamos de la naturaleza desarrolló nuestros instintos predadores, y de este modo la convertimos en un bien privado, exponiéndonos a todas las destrucciones que constatamos hoy en día.

Cuándo llegó a París por primera vez, ¿cuál fue la diferencia principal que encontró entre el mundo de la naturaleza/tradición y el mundo de la ciudad/modernidad?

Las ciudades me parecen, de algún modo, entidades minerales de las que la naturaleza está totalmente excluida, excepción hecha de algunos árboles que se aburren en los parques, algunos gatos o perros en las casas, peces rojos o macetas con geranios. Estamos en un universo sin tierra, del que la naturaleza queda excluida. Existe incluso una paradoja: el propio hombre ha creado ese mundo mineral y ya no se considera a sí mismo parte de la naturaleza.

¿Puede la actual ecología convertirse en un camino de retorno al origen y conectarnos incluso con el misterio espiritual que encierra la Naturaleza?

Sí, evidentemente. La ecología encarna la inteligencia de la vida. Puede ser un auténtico camino iniciático, siempre y cuando también sea abordada justamente desde la perspectiva del misterio, es decir, de lo que no se nos puede revelar por los meros fenómenos: Tras estos, opera esa inteligencia misteriosa que sentimos en lo más profundo de nuestra alma y de nuestra mente, que nos une a través del aspecto más sutil de nosotros mismos con esa gran sinfonía de la vida.

Antes se trabajaba para vivir, ahora se vive para trabajar. ¿Quedan aún trabajos que no alienen al hombre, y le permitan recuperar un tempo interior más armónico con la naturaleza?  ¿Es una utopía pretender que el hombre tecnologizado de marcha atrás y vuelva a utilizar sus manos?

Con la revolución industrial, hemos entrado en un nuevo paradigma que se funda en la combustión energética, el caballo de vapor de la termodinámica, y ha establecido otra relación con el tiempo y el espacio. La civilización industrial, con la productividad, la eficacia y la velocidad, nos ha alejado de los eternos ritmos del cosmos, de las estaciones, a los que la civilización agraria nos mantenía unidos. En consecuencia, hemos creado un espacio-tiempo paralelo hiperactivo, que no se corresponde realmente con nuestra naturaleza. Los latidos de nuestro corazón y nuestra respiración, al igual que nuestros biorritmos, no dejan de recordarnos que pertenecemos a las grandes cadencias de la vida. Al haber roto con esas cadencias, estamos condenados al “siempre más”, al “siempre más deprisa”, y hemos convertido el tiempo en una presión que, en los estadios, se expresa en una centésima de segundo. Con una centésima de segundo, aun a riesgo de que el pecho y el corazón estallen, se consigue la victoria; lo que es un absurdo. Lo cierto es que, si el ser humano no quiere explotar en esa realidad, será indispensable volver al ritmo cósmico, a las estaciones, y a todo lo que imprime su cadencia a la vida desde sus orígenes.

¿Está preparada la sociedad moderna para decrecer o el virus del progreso globalizador acabará enfermando lo que queda de las sociedades tradicionales, que están aún arraigadas en la tierra en este hermoso planeta?

La revolución industrial ha instaurado un modelo hegemónico que ha gangrenado todo el planeta, partiendo del beneficio sin límites y del poder absoluto del dinero. El dinero se ha convertido en la divinidad dominadora y tutelar de todo individuo. En nuestras sociedades modernas, quien no tiene dinero no existe socialmente, lo que ha llevado a una exacerbación de la necesidad de poseerlo por ser el único garante de la supervivencia.

El crecimiento económico indefinido, se fundamenta en un sistema financiero basado en la angustia por la carencia y no en la satisfacción por tener. El ser humano moderno funciona cada vez más conforme a una sensación de carencia permanente, con la obsesión de “siempre más” y, evidentemente, esta opción fundada en la adquisición indefinida de bienes arrastra con su violencia a comunidades para las que este principio no sólo carece de valor, sino que además es contrario a su concepción, con frecuencia frugal y moderada, de la vida.

¿Por qué le es tan difícil al ciudadano medio darse cuenta y reaccionar ante la evidencia de que actualmente el sistema que dirige sus vidas se basa en el producto interior bruto y en la avaricia sin límites, y no en sus necesidades esenciales?

El hombre moderno está preparado desde su infancia y su etapa escolar, para integrar la ideología del beneficio. La escolarización, en lugar de formar  seres completos en todas sus vertientes crea, más bien, soldados de la economía. Los medios de los que dispone un ser que es educado de esa forma en la posesión, la competitividad y el antagonismo le sirven para imponerse o someter sólo al dinero; en consecuencia, existe una neurosis colectiva, que no puede concebir la vida más que basándola en la insaciabilidad y en el “siempre más” indefinido. No nos queda más que deplorar esta situación que causa tanto sufrimiento. Es urgente volver a dar al dinero su auténtica función: La de atender y regular las necesidades entre los seres humanos, y no la de dominar su destino.

¿Despertará el cambio climático la conciencia dormida, o lo que despertará será más egoísmo en medio de las catástrofes anunciadas?

Parece que se pueden dar ambas cosas en función de la naturaleza de las personas, de su bagaje personal o de su actitud moral con respecto a la vida. Hay personas que, al contrario de esa concepción, pensarán que para salir bien paradas es necesario valerse de la solidaridad, pero, por desgracia, son ciertamente minoritarias. También existen los que, llevados por el pánico, pensarán que para encontrar la vía de salida se debe recurrir a la violencia y al antagonismo, con una actitud egoísta y de cada uno a lo suyo. Esta segunda actitud es evidentemente la más irracional y la más peligrosa, ya que, por querer salir solo del paso, nadie saldrá realmente.

¿Cuál es la diferencia entre agricultura industrial y agroecología?

La agricultura industrial se ha fundado en un principio que se basa en la restitución mineral de sustancias químicas que se añaden al suelo para obtener una productividad importante, lo que ha dado lugar a los abonos artificiales. Estos abonos se deben, en particular, a Justus von Liebig, quien, en su intento por comprender la fecundidad del suelo, quemó algunas plantas y analizó sus cenizas en las que descubrió cuatro elementos fundamentales: nitrato, fósforo, potasio y calcio. Él pensó que la planta extraía esas sustancias del suelo empobreciéndolo y, en consecuencia, bastaba con restituirlas. De este modo, creó la agricultura de la restitución mineral con abonos químicos y, por tanto, el dopaje de los suelos, considerados entonces como meros sustratos, destinados a producir masivamente vegetales con esas sustancias. Se ha llegado de esta manera a una incomprensión del carácter vivo del suelo, de su metabolismo, y así es como se ha producido su deterioro. La agroecología parte del principio de sustitución, es decir, que se inspira en las leyes que la naturaleza ha establecido desde sus orígenes para perpetuarse. La naturaleza es capaz de reciclar y de volver a introducir en el dinamismo general todo lo que ha creado. La agroecología, inspirándose en esas reglas, recurre a materias orgánicas que pueden transformarse en humus, ha comprendido que no se tienen que trastocar las estructuras del suelo, que es preciso evitar el monocultivo y que, por el contrario, hay que reconstituir ecosistemas acercando las plantas, integrando al animal en el ciclo y gestionando el agua de forma racional. De este modo, la agroecología participa en el mantenimiento de la vida, al tiempo que permite producir los productos alimentarios que la humanidad necesita.

¿Puede la agroecología dar de comer a un mundo de 9.000 millones de seres humanos en medio de los impactos del cambio climático en el campo?

La agroecología es mucho más apta para alimentar al género humano constituido por poblaciones pobres, que una agricultura basada en el petróleo, ya que se necesitan alrededor de tres toneladas de petróleo para fabricar una tonelada de abono y, como el abono está indexado al dólar, ningún campesino pobre puede acceder a estos bienes, a estos insumos tan costosos.

Se llegará a la satisfacción alimentaria del planeta haciendo que los campesinos sean autónomos, siempre y cuando sean suficientemente numerosos y estén movilizados en pro de la tierra para valorizar al máximo los recursos de su territorio y responder a sus necesidades alimentarias, a las de sus compatriotas y mucho más. Hoy en día, todavía contamos con suficiente agua, tierra, vegetales y animales como para poder responder a esa necesidad. Sin embargo, la configuración actual, con poblaciones concentradas en los polos urbanos, constituye un número de bocas que alimentar cada vez más numeroso y de individuos que ya no responden directamente a sus propias necesidades alimentarias. La agricultura ecológica puede alimentar al mundo, siempre y cuando se la incluya en un plan general de organización, dando al espacio rural su valor y movilizando una mano de obra actualmente ociosa.

¿Qué es la soberanía alimentaria?

La soberanía alimentaria se basa en la necesidad de cualquier comunidad humana de alimentarse por sí misma y con sus propios recursos, sus conocimientos y sus habilidades. Esta necesidad es fundamentalmente humana, ya que permite a cualquier individuo reconquistar su legitimidad como ser vivo. Nosotros distinguimos entre seguridad alimentaria, que está relacionada más bien con un déficit alimentario, y salubridad alimentaria, que se refiere a la calidad del alimento, el cual, debido a los productos químicos y los pesticidas, se ha vuelto nocivo. Por supuesto, lo ideal sería disponer, cuantitativamente, de seguridad alimentaria y, a la vez, cualitativamente, de salubridad alimentaria.

Usted dice que la ecuación “una familia-una hectárea-un hábitat” es un modelo posible para asegurar la alimentación de un grupo familiar. ¿Cómo distribuiría esa valiosa hectárea?

Este concepto, que hemos experimentado y del que hemos extraído conclusiones muy positivas en una situación agronómica difícil, ha demostrado bien su validez. Sin embargo, para que pueda generalizarse, necesita de una política territorial a escala nacional que facilite el acceso de las familias a la tierra, lo que no sucede en absoluto actualmente. Esto depende, en la práctica, de una opción nacional de gobiernos, que son conscientes de que la sociedad urbana e industrial, indudablemente, no va a responder a las necesidades de trabajo, alimento y otras múltiples actividades de una población en crecimiento. Nos encontramos al final de una lógica: Hay que cambiar de paradigma y reconsiderar el trabajo de la tierra como medio para resolver los problemas de escasez laboral y de productividad alimentaria. Porque vemos perfilarse penurias sin precedentes; la humanidad corre el riesgo de tener cada vez más hambre...


Nota: Si alguien quiere profundizar  en este autor existe un libro publicado en español sobre su pensamiento y obra: Pierre Rabhí. El canto de la Tierra. Jean-Pierre y Rachel Cartier. Edita José J. De Olañeta.
Autor/es:



Un magnífico y poético documental que nos conecta con la insospechada cantidad de vida que atesora el suelo, y describe asimismo desde perspectivas múltiples, la profunda relación de los humanos con eso que llamamos “tierra”. 


Desde su historia más inaccesible y remota como partículas de otras galaxias, hasta los más diversos usos y aplicaciones del suelo en nuestros días, tanto mediante buenas prácticas sostenibles como de otras muy cuestionables. 


La propuesta no tiene un único mensaje central, sino que ofrece un abanico de lecturas sistémicas, universales y amplias. Así podemos descubrir enfoques históricos, culturales, éticos, didácticos, científicos, prácticos y hasta espirituales: 


"Estamos hechos de la misma materia, una materia sagrada que muy pocas veces apreciamos debajo de nuestros pies."


Los subtítulos en español para este documental fueron elaborados por la Red de la Transición de la Comarca Andina.















FOTOS por Martin L. Mioni
2 horas caminando de Zinacantan 
a San Juan Chamula, Chiapas

Horticultura y construcción natural




























"Campesinos Postmodernos"
(V) Desde la (agri)cultura preindustrial 
hasta la pos-modernidad en cincuenta años


Don Agapito y su esposa

Desde 2008, una visita a la casa y traspatio de Don Agapito y su familia, es habitual en los cursos de permacultura que organizamos. Hacemos prácticas de elaboración de abonos orgánicos y fermentos, para sus campos de cultivo.

Hay mucho por aprender de los campesinos de tercera edad, pues pasaron toda su vida produciendo alimentos. Conocen bien la bioregión, sus parcelas, los patrones climáticos locales (19 ). Desde una perspectiva de transición y permacultura, mucho se puede rescatar de su experiencia, para integrarla al diseño de sistemas resilientes y de bajo consumo energético. Me refiero también a todo lo relacionado con las habilidades que pueden ser útiles en un mundo con menos energía y recursos, como por ejemplo trabajar con azadón o machete (sin romperse la espalda), cómo “sacrificar” y preparar una gallina, cómo guardar el maíz y frijol, o cómo seleccionar las mejores semillas para el próximo ciclo, por ejemplo.

Don Agapito tiene ya más de 80 años, su historia es un buen ejemplo de cómo ha cambiado la vida en el campo de México. Aprendió de su papa el cultivo del maíz, frijol, calabaza, avena, trigo, y mucho más, cuando desde temprana edad tenía que incorporarse a los trabajos del campo.  A los doce años de edad, aprendió a trabajar con “la yunta”, con la cual labrara sus campos durante más de medio siglo.  

Aprendió desde niño cómo funcionaba la agricultura “preindustrial”, y es una referencia directa para aprender de la vida sencilla, dura a veces, no necesariamente caracterizada por una abundancia material.También hay cosas que podemos aportar, como esto de los biofertilizantes y abonos agroecológicos, y especialmente nuestra mano de obra. 




Hay mucho que aprender. Se recomienda actuar con humildad, algo que la mayoría de los campesinos nos muestran todo el tiempo… ¿Será, que esta actitud se fomenta al trabajar tanto con la tierra, cuya capa fértil, el humus, es la más importante para el crecimiento orgánico de las plantas? Fue Jairo Restrepo quien mencionó, en uno de sus cursos, el origen común de las palabras humushumano y humildad.

Don Agapito y su esposa fueron testigos directos de las transformaciones que sucedieron en nuestra bioregión, como en todo el mundo, durante las últimas décadas.

En relación con la agricultura, la “revolución verde” marcó cambios profundos en la vida del campesino, a partir de los años sesenta; con la promoción masiva de los “paquetes tecnológicos”, fertilizantes sintéticos, semillas mejoradas, agroquímicos y tractores, los productores fueron hechos dependientes de un sistema de insumos, los cuales había que comprar a las corporaciones. 


Por supuesto, al principio impresionaba mucho todo esto. Y parecía funcionar. Las milpas se veían grandes, la producción se disparó, durante unos pocos años. Después comenzaron a aparecer extrañas plagas, para las que había que aplicar fuertes venenos, ofrecidos por las mismas corporaciones que nos venden los demás “polvitos”. Cambió la ecología del lago, por tanto lavado de nutrientes y venenos durante las lluvias del verano. Los quelites estaban desapareciendo de las milpas (y entonces de la alimentación de la gente) por la aplicación de los herbicidas…. A través de los años, se podía observar cómo se incrementaba  la cantidad de fertilizante que se tenía que aplicar, para que el cultivo se diera bien.



La entrada en vigor del TLC, a partir del 1994,  fue el “remate” que se dio a los pequeños agricultores “de subsistencia” en México. Se quitaron los apoyos para el campo, junto con la “liberalización” de los mercados (y precios), lo cual provocó que el pequeño productor se tuviera que enfrentar a la competencia de las grandes corporaciones. El maíz importando (y transgénico) de EEUU, producto de una agricultura industrial a gran escala (y subvencionada por el gobierno estadounidense). El precio de venta del maíz se desplomó, llegó incluso a ser menos que la inversión necesaria para los insumos, que tenía que hacer el productor, si quería seguir con los paquetes tecnológicos que le recomendaban los “ingenieros”. Es interesante observar, como paralelamente se incrementó la migración masiva hacia las grandes ciudades y a los Estados Unidos.

Desde hace algunos años, Don Agapito es entusiasta de una agricultura sin agroquímicos. Cuida su maíz criollo, y ha ganado premios en las ferias de maíz en Pátzcuaro y Morelia. Dice frecuentemente: “Antes nuestras tierras estaban dando cosechas abundantes. Luego aplicamos los químicos y las quemamos. Ahora hay que reparar el daño”. Los ecosistemas y los campos ya no están en el mismo estado que hace cincuenta años. Los suelos están gastados por tanta aplicación de fertilizantes, agroquímicos y maquinaria agresiva, el lago se retiró, y los patrones del tiempo están cambiando. Hay que trabajar duro, e “invertir” en la fertilidad de los suelos, para crear capital natural para las generaciones futuras…

El terreno que rodea su casa, de aproximadamente 1000 metros cuadrados, es un autentico bosque comestible, un hermoso caos productivo, con durazno, manzano, limón, níspero, chayote, chile, jitomate, romero, borraja, cilantro, toronjil, alfalfa, acelga….para nombrar solamente algunas de las especies presentes. 


Siempre hay algo para comer y cosechar. También tiene algunas vacas y una puerca, gallinas, conejos (¡Mucho estiércol para hacer abonos!). Además trabaja, junto con su familia, las más de seis hectáreas de terrenos ejidales que tiene bajo su responsabilidad.

Fuente: tierramor.org


Metodo Yoko

Masashi Osano en 
Santa Cruz, Bolivia

Masashi y su esposa


El maestro Masashi Asano impulsa el cultivo de alimentos sanos. Lo dejó todo para dedicarse a desarrollar una agricultura sana, sustentable, que permita una vida digna en plena armonía con la naturaleza. Hasta los insectos y los pájaros son sus aliados en su chacra porque cumplen un rol de equilibrio y regulación.

Es bajito, delgado, y al verlo de cerca, sus ojos rasgados parecen brillar.  Cuando Masashi Asano habla menea sus delgadas manos que conocen muy de cerca la dureza del trabajo en el campo. Su mayor virtud es amar a Dios a toda costa, a las personas, a la naturaleza, a la biodiversidad.
A sus tomates, uvas, mandarinas, nísperos, lechugas, coliflores, nabos, entre otras frutas y hortalizas que cultiva en su huerta, los trata como a sus más preciados tesoros. Asano, cada mañana, se dirige a ellos como si estuviera aconsejando a sus hijos sobre su vital función en la tierra. Les sonríe y les da la luz divina a través de sus manos. Y estos le responden generosos en su máximo esplendor, llenos de sabor, con todo su potencial alimenticio.
Masashi Asano es un japonés de 75 años que lo dejó todo en su tierra para afincarse en la década de los 80 junto a Tomoyo, su esposa, en la localidad de Samaipata, en Santa Cruz, Bolivia. Semanas atrás estuvo en Lima y compartió su experiencia en un seminario ofrecido en el Sukyo Mahikari de Lima.


Sí al policultivo, no al agroquímico



Hasta 1986, Asano se dedicó a la venta de vehículos y maquinaria agrícola. Es economista y nunca imaginó convertirse en agricultor. Asuntos de salud le hicieron decidir vivir en el campo. Ahora se dedica a su chacra de 3,5 hectáreas y a vivir en paz con la naturaleza.

Pensando en la canasta familiar desarrolla la horticultura y la fruticultura. Produce 43 variedades de esas maravillas y atiende en un 100% al mercado con el nombre de “Asano. Luz Divina”. Cría patos, gallinas, conejos y cerdos, y llega al mercado también con productos procesados (sillau, miso, kaki seco, nabo seco, entre otros).
Asano trabajaba inicialmente de manera convencional, con agroquímicos para el control de plagas. “Estuve cinco años así, pero en 1991 cambié al cultivo orgánico”. Refiere que también fracasó parcialmente, lo que le hizo evaluar qué había pasado, pero perseveró y notó que la naturaleza estaba haciendo lo suyo, por lo que tuvo que adecuarse al nuevo tipo de manejo de la tierra, que le dio después muy buenos resultados.

¿Y cómo hizo para lograr tan buen resultado en su chacra? Su método llamado Yoko consiste vivir en plena armonía con otros seres vivos, porque “todos en la Tierra tienen una función valiosa que cumplir”.
Hasta los insectos y pájaros tienen un lugar. Son sus socios. Ellos saben que no deben meter sus aguijones y picos en las frutas y hortalizas. Asano tomó en cuenta que la vida animal no es perjudicial para los cultivos. Solo consumen sin depredar y, además, cumplen funciones de equilibrio y regulación.  “La naturaleza tiene mecanismos de purificación y abonación con el objetivo de restablecer y conservar para producir infinitamente”, sostiene.
Con voz firme, sostiene que el uso de agroquímicos va en contra del ambiente y la vida misma. “Es costoso. Aplicarlo no es nada agradable. Hay que protegerse. Si el agroquímico queda, se arrincona en el depósito y el lugar se inunda de un fuerte olor.
Mucha complicación. Además, con la lluvia se pierde el efecto y paulatinamente se ve que los insectos se vuelven más resistentes”, refiere. Por sus observaciones llegó a la conclusión de que los agroquímicos reemplazan inadecuadamente los principios naturales, además de contaminar y desplazar el ecosistema que está en abundancia y colmado de energía.

El cultivo orgánico es rentable


El cambio al cultivo orgánico conduce al agricultor a lograr menores gastos y más ingresos. “Sí es rentable. Además, el mercado está buscando alimento sano”, recuerda.
El maestro paga a sus colaboradores 80 bolivianos de jornal, muy por encima del promedio (55). “En el agro convencional se usa más máquinas, más agua, más mano de obra, y eso impide ser rentable”, confiesa.
Asano sabe qué insecto aparece en cada época y qué planta dejar para paliar su voracidad. Si aparece maleza o pasto, los deja en adecuadas proporciones. Todo tiene un sentido en la naturaleza.
“Bajo la superficie hay vida microbiana que cumple su rol, son mis aliados. Busco el equilibrio de su ciclo natural para saber qué sembrar, siendo importante no degradar ni erosionar la tierra”, agrega.
Lo que Asano comprobó con su paciente observación es el importante equilibrio entre la temperatura, la humedad y el aire. Esto es básico para evitar, en gran parte, las enfermedades y las plagas. Estos principios colaboran en la producción sustentable de alimentos saludables.


En el Perú el método del maestro Asano (asano_yoko_samaipata@hotmail.com) se desarrolla en Huaral, donde está el “Campo de cultivo Yoko Noen”, un lugar de aplicación en el que se realizan talleres para cultivar y proveerse de alimentos sanos (cultivoyoko@googlegroups.com).
A la tierra hay que amarla y comprender que todo vale. El subsuelo, la superficie y el aire. Un ciclo perfecto para la vida plena.


(fuente) www.dragondeluz.com y larepublica.pe